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Conocí a una mujer

Hace unas semanas, conocí a una mujer. Una mujer preciosa y culta, aunque sólo sea culta en letras. Una mujer de pelo corto y mejillas afiladas cuando sonríe.

Cuando sonríe se curva su boca un poco a un lado dejando ver un hilo de dientes blancos entre unos labios rojo rosado que vinieron a este mundo sólo para hacer morir de deseo al hombre.

El viernes fuimos a un bar, el Leningrado, y vi con cierto pudor y mal orgullo que los tipejos de la entrada se daban codazos y la señalaban levantando la barbilla. Llegó un momento en que todos nos miraban mientras hablábamos antes de entrar.

Conocí una mujer algo mayor que yo, que tiene una vida muy distinta de la mía y a quien, por supuesto, no puedo aguantar la mirada porque me da vergüenza que sienta mi deseo.

Tengo a una mujer cruzada entre ceja y ceja a la que me da miedo decir todo lo que quisiera porque raro es el caso en este mundo en que algo que yo empiece no acabe mal.

¿Qué hago? ¿qué digo? ¿tengo que dejarme perder por mi pasado? ¿tengo que explicarle por qué soy así?

¿tengo que olvidarlo todo y pensar en ser otro o ser el yo que hice, el yo que me hicieron?