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La estatua del jardín botánico. El tártaro de tántalo.

Para la eternidad de Tántalo Zeus eligió uno de esos castigos con moraleja. Tántalo intentó engañar a los dioses dándoles de comer a su hijo muerto, desmembrado y cocinado para ellos. Los dioses le tenían por amigo llevándole incluso a banquetes en el monte Olimpo.
Tántalo se jactaba con el resto de mortales de ese favor y lo de su hijo sería un recochineo pero a lo mito griego, es decir, a lo bestia.
Por este y otros pecadillos, Zeus, después de muerto Tántalo, le castigó a permanecer eternamente colgado de un árbol situado al lado de un río con las aguas más puras, frescas y cristalinas que llegaba a tántalo casi a la altura de la boca. En las ramas del árbol crecían todo tipo de frutas que eran maduras, apetecibles, inmarcesibles.

Tántalo estaba condenado a pasar hambre y sed estando rodeado de manjares. Cuando intentaba beber, las aguas del río bajaban su nivel y cuando quería coger fruta el viento apartaba las ramas de él.
Así es la eternidad para Tántalo por culpa de sus ofensas…

¿No es de agradecer que la vida dure poquito?