Qué habré hecho para ofender a los dioses, allá donde quiera que no estén. Cuál es la prueba que no pasé y cuál el pecado que sembró la simiente de tanta cosecha de desgracias.
Hipócrita yo, despreciable, que se queja de vicio y sólo de los males menos mundanos. Idiota del que conmisere su mente por mi cuyo sólo mal en el mundo es no ser amado.
Ay de quien pasa hambre o sed. Ay de quien tiene dolor real enel mundo y no sólo la pena inventada de no saber vivir sin el ideal que él mismo se busca.
Pobres ellos, payaso yo.
Aquí, como decía la biblia, la inteligencia y quien la posea... Calcule la marca de la bestia. Esta que nos ponemos quienes engordamos sin hambre y podemos comprar cualquier bebida para beber, enfriarla, calentarla. Estos que cavamos nuestra trampa y saltamos a ella como si nunca hubiese estado allí. Estos que vemos venir al tren de la vida y no nos apartamos por el propio orgullo de ignorarnos mortales.
Allá Tántalo seguirá en su eterna vida, esta vida que nos ha tocado vivir, no se sabe cómo, y que a él le vino dada por la condena contra su sobervia.
Aquí los vivos sometidos a la arbitrariedad del mundo, a la estulticia de la gente, a la finitud de la vida... Allá se vive por siempre en tortura, aquí en ochenta años, con suerte, de desgracia.
Allí en el Tártaro hay yerma tierra hasta donde alcanza la vista pero, al alcance de la mano, está el árbol con la fruta mas apetitosa que haya existido. Aquí hay un bosque de ramas, que nunca vió el hombre de la Grecia antigua, donde cada fruto es mejor que el otro y cada mirada es sueño y cada olor es ventura venida a mas.
Allá todo es desierto salvo al alcance de la boca por donde pasan las aguas más frescas y límpias que, por sólo ver dan sed. Aquí, quienes no se bañan en vino de espuma, nadan en el más dulce licor que fluye y que trama escondiendo la desgracia del hombre que no es otra más que haber nacido.
En el Tártaro muere por siempre Tántalo. Tántalo vive en su sinvivir de condena, atado en el sitio sin poder ir a morir al desierto. Clavado a la vera del río del que mejor poder beber al alcance de su brazo del mejor alimento que haya sido. Aquí, en el mundo, estamos los hombres mandados sin querer ni pagar entrada, a la vista y al toque del mayor espectáculo del mundo: donde hay de todo y todo grande. Donde todos podríamos libar de la ambrosía que, carajo, hay de sobra no se sabe cómo ni por qué. Aquí llacemos, revolvemos, los mortales nuestra vida y nuestra resistencia a morir, que es lo mismo, mientras vemos caminar el paraiso o pasar el cielo.
Allá, cada vez que Tántalo quiere saciar su eterna y punzante condena de hambre, el viento aparta la rama del fruto que quiere alcanzar. Aquí vivimos en el azar y la contínua desdicha de que el horizonte sea otro, aún mas lejos, cada vez que alcanzamos el que creiíamos ser la meta.
Allí en el Tártaro, la incansable sed, el picor en la garganta, la pura necesidad de seguir, no puede ser saciada porque, si Tántalo se agacha, el agua del río se retira y no puede beber... Aquí el esfuerzo termina en desdicha y se ahoga en la arena de la playa del porvenir que imaginamos y se ahoga el hombre en el sentimiento que le trajo, en el sólo vertir de la lágrima de la impaciencia y el deseo.
Allá vive tántalo en su eterna condena. Aquí nosotros en uncrepuscular pesar que, por corto, no nos alivia. Que, por inventado, no nos es menor... Que por vano no nos es menos.condenados todos a ahogarnos en el agua que nos daría la vida y golpeados por la fruta que nos quitaría este pesar.
Y pasamos y pesamos por el Tártaro, por el infierno, de vivir. Quizá tengamos suerte de que esto se acabe.
Quizá.