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las horas que huyeron jamás tornarán

¡Ay! quien ha contado las horas que fueron,
horas otro tiempo que abrevió el placer,
y hoy solo y llorando piensa cómo huyeron
con ellas por siempre las dichas de ayer;

y aquellos placeres, que el triste ha perdido,
no huyeron del mundo, que en el mundo están,
y él vive en el mundo do siempre ha vivido,
y aquellos placeres para él no son ya!!

¡Ay! del que descubre por fin la mentira,
¡Ay! del que la triste realidad palpó,
del que el esqueleto de este mundo mira,
y sus falsas galas loco le arrancó...

¡Ay! de aquel que vive solo en lo pasado...!
¡Ay! del que su alma nutre en su pesar,
las horas que huyeron llamara angustiado,
las horas que huyeron jamás tornarán...

Quien haya sufrido tan bárbaro duelo,
quien noches enteras contó sin dormir
en lecho de espinas, maldiciendo al cielo,
horas sempiternas de ansiedad sin fin;

quien haya sentido quererse del pecho
saltar a pedazos roto el corazón;
crecer su delirio, crecer su despecho;
al cuello cien nudos echarle el dolor;

ponzoñoso lago de punzante hielo,
sus lágrimas tristes, que cuajó el pesar,
reventando ahogarle, sin hallar consuelo,
ni esperanza nunca, ni tregua en su afán.

José de Espronceda, El Estudiante de Salamanca