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Vivisección



Siempre me han llamado la atención los edificios a los que les ocurre esto. Por razones de costes o por la seguridad de los edificios aledaños, los constructores no derriban todas las paredes.

Ya digo que, a veces no tienen más razón que la de llamar a la que va a ser nueva construcción una remodelación y ahorrarse permisos y demás trámites para nuevas edificaciones. Otras veces es porque se tiene que conservar esa pared por ser parte de la maestra del edificio contiguo o porque sea patrimonio de algún tipo.

La cuestión es que a la casa se le ve la vida. La han abierto y se ve quién ha pasado por ella o, al menos, la huella que ha dejado. En La Felguera, cerca de donde yo trabajo hay una casa derribada que en una pared tiene un fresco de un dragón... Recuerdo un edificio que veía cuando iba al instituto en el que se veían las marcas grasientas de la gente pasar por una escalera donde había cuadros colgados. De esa gente, de su vida en ese edificio, si había algo lo recordarían ellos, los demás veíamos esa huella y nada más.

Así, uno pierde cosas, se las quitan o se van. Así se queda la casa de uno, su cabeza o, como diría aquel, su corazón. Con el hueco en la pared ya gastada y sucia, donde han pasado manos y han dejado su recuerdo los que habían habitado en él. Así se van unos muebles y vienen otros aunque nunca van a encajar con aquellos y se va a seguir viendo la pátina que dejaron. La marca de humedad que nunca se va por mucho que se pinte como aquel desconchón que por más carga que reciba siempre termina hinchándose y dejando caer, poco a poco, todo lo que pongas para ocultarlo y taparlo.

Las casas a las que se les cae la fachada, viejas o no, cuando llega otro, tienen una historia que no olvidan por más capas que les demos de pintura. Por más que queramos ocultar el olor de otro, la marca que dejó un golpe de un mueble en la pared... Un descuido de ventana abierta que hizo enmohecer la pintura... Cualquier cosa ajena que fue nuestra alguna vez, por error o por el uso natural del medio... Todo está escrito en la pared maestra, en esa en que nos sustentamos y que sólo caerá cuando derriben la casa por completo.

Aun así, todos lo hemos visto, cuando la casa se cae del todo o la derriban, en el escombro siempre sobresale alguna cabeza de muñeca, un cajón medio roto... Aquella foto... Aquel juguete...