Una vez, hablanding con una persona supersticiosa, me dijo estar muy desesperada por saber de su futuro. Uno siempre está desesperado por saber de su futuro ya que es tan incierto y, a semejanza del presente, se presenta muy feo…
Uno es tonto. Uno nunca vive el día, prefiere mirar atrás o adelante en vez de jugar el aquí y el ahora. Así se pasa la vida uno.
Pero creo que la anécdota no iba por ahí. Resulta que alguien, una vez, me dijo que tenía que haber un destino. Que tenía que saber, que había ido a una echadora de cartas y quiromante o como cojones se diga. No hay un destino, dije yo. No, no, contestaba, hay muchos, tienes razón.
Si hay muchos destinos es que no hay destino. El destino es, por definición, un punto determinado para un tiempo determinado. Eso de punto se definiría con todas las circunstancias que se puedan tener en cuenta en todo el universo para un individuo en un tiempo dado. Después de razonar un poco el sentido de la palabra, accedió a aceptar que sólo hay un destino. Para ello intenté preparar un caminito de rosas con una función que devolviese el destino en cada tiempo. Si hubiera varios destinos, nunca podrías calcular la función para el punto inmediatamente siguiente o inmediatamente anterior y el mundo no sería determinista, rompiéndose así la definición de destino. Me contestó con aquello de las funciones definidas por trozos que dimos en el instituto… Le salí con la relación causa efecto, las causas preceden a los efectos y las mismas causas provocarán efectos o reacciones parecidas en todo el universo local a nosotros. El tiempo es continuo, eso parece. No puedes cambiar la función que da el destino siguiente sin romper el tiempo o las reglas. El mundo sería todo magia y unicornios..
Aceptado el causa efecto como solución de continuidad a la función destino. Aceptado un único destino para cada punto del tiempo. Pasamos al principio de incertidumbre que me dijo no comprender. Yo tampoco, pero, vamos, partiendo de que no se pueden medir velocidad y posición al mismo tiempo, nunca podrías determinar todo a la vez y, por tanto, no hay destino posible sino probable.
Me quedé un poco parado. Me seguía replicando que no puedo hablar de algo que no comprendo. Sí lo comprendo pero quiero que tú lo asimiles como irreal, le dije. No puedo aceptar que haya un solo destino porque tú lo digas sin que me razones por qué. Pero si has dicho tú que sólo hay uno, contestaba. Sí, si hay destino, sólo puede haber uno. Ahora vamos a destruirlo y quedarnos sin ninguno:
Si hay un punto futuro que depende de todos los puntos anteriores. Si hay una correlación entre todo lo que pasa y aceptamos que el camino está trazado y firmado por un ente superior que va pintánding la línea que nos lleva a la muerte… Entonces podemos romper la línea si nos salimos del guión. No te entiendo. Pues… Se me ocurre que digas en voz alta y que te oiga otro testigo cualquiera: “Si va a amanecer mañana, esta moneda sacará diez caras de los diez primeros lanzamientos”. Como está en tu destino el que amanezca o no mañana ya que el destino es tú y todo lo que te rodea, la moneda tirada al aire diez veces sacará diez caras. Si hay destino y la moneda te canta alguna cruz de esas diez veces, prepara tu alma porque vas a conocer al creador antes de que acabe la noche. Como eso de no amanecer nos atañe a todos, diría que sería noche de parranda ya que nos iríamos todos a parir panteras.
Quedóse pues un poco a pensar en esto y dijo algo como que no se puede hablar con gente con la mente tan cerrada. Y yo dije: No, tienes razón, no se puede. ¿Qué quieres decir? Pues eso, que tienes razón, no se puede hablar conmigo ni del tiempo que va a hacer mañana, siempre creo que va a llover.