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V...

Dicebamus hesterna die:

V..., tiene los ojos grandes y de color clarito, casi verdoso, marrón que me dan miedo, como casi todos, pero más. La cara redonda, piel blanca, rosada y barbilla marcada. Nariz respingona y cejas muy pobladas.

Hoy venía con un vestido negro de falta dejando ver patorra con medias. Zapatitos de charol blanco. ¿Por qué la gente no dice ya charol? Zapatitos que le hacían esas patorras parecer de un bien inesperado. Siempre tan alegre, medio enseñando los dientes ya antes de sonreir bajo esos labios redondos, gruesos y tan rojos.

Estaba de espaldas a mí, apoyada en la pared a la entrada. Traía el pelo liso hoy. Tiene días. Lo tiene muy rizado pero lo alisa. Negro, liso, echado a plomo a babor. Sus caderas anchas, el gesto con los brazos desnudos cruzados hacia adelante, los hombros redondos, blancos y un aire gracioso al volver a lanzar la melenilla sobre el hombro. Y yo parado detrás de la puerta pensando: ¿Eres tú? ¿Quién eres tú?

A V... le gustan todas esas cositas que hago con papel, dinosaurios, pajaritas, osos... Una vez le hice un oso y le llevé papel charol ¿Por qué la gente ya no dice charol?. Papel charol negro para que ella hiciese uno también.

A V... una vez le dije si no habría otra como ella y respondió que sus padres no guardaron el molde.

Al salir me di cuenta de que era V y no eras tú, por si acaso, ya me sentía mal. Así que eché un par de pasos, arrimé un puro a la boca y di candela al relax. Cascos, rockabilly y a pasear.

Dejé de tratar bien a V... el día que descubrí que tiene novio porque no quiero... Otro día hablamos de mis manías morales.