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Al caer

Anocheció. La decisión ya estaba tomada. Es la hora, se dijo y todo estaba frío. Era un buen día de verano. Había sido una tarde calurosa, empezaba a refrescar como corresponde a agosto en esa zona.

No sintió miedo, sólo se decía que lo iba a hacer y que un hombre es un hombre ante esas circunstancias. Dejo todo hecho, se decía. Todo está bien. Pobre iluso.

No sabe que el seguro no paga esas cosas salvo que haya pasado un tiempo prudencial. Casi nadie vale más muerto que vivo. 

Una nota en casa, otra en el bolsillo y unos billetes. Cargó su cuerpo ya pesado en el coche y dejó su casa carretera atrás. No dijo nada a nadie y los pocos que sabían, sólo de rumores. Condujo tranquilamente más de una hora y cuarto hasta llegar. Ya no hay gente a estas horas.

Arrimó al arcén el coche, puso las luces de emergencia, dejó visible una nota en un sobre con dineros para su entierro.

No tenía miedo, las piernas no le sostenían, su cuerpo temía, su mente era decidida, estaba segura de querer desaparecer. 

Qué habré hecho mal, quizá lo supiese exactamente. Cuanto podría haber durado esto sin ir a peor. Cómo seguir si no es así. Me va a doler. Me ahogo. Mierda, no, no quería hacer esto. Quizá no quería pero tampoco podía dar la cara ante un error tan grande...

Quizá su determinación era tal que no pensaba nada al caer.