Esa luna que estaba llena esta semana, delante de mí a la vista de todos pero nunca conmigo.
Siempre tapada, oculta tras ese velo de nubes que lamala tierra nos pone delante. Gritamos, ladran, nunca responde cuando queremos. Si una noche oscura necesitamos alivio de nuestros monstruos, nunca está. Y esas pocas veces que la vemos, impregna todo de un matiz azulado, azul inglés, azul triste que nos hace desear mas luz.
Más luz, mas compañia para ver el paisaje, para pasar ese momento.
Y no está. Quizá otro punto del mundo la ve ahora desnuda, sin velo, como solo yo quisiera tenerla para mi siempre por siempr.
Y si muero mañana, ojalá un dios se acordase de esto y amasase mi cuerpo en una de esas estatuas sobre un temible esificio donde estar esperando su voz, gritando en silencio hasta que el tiempo ya no tenga ni el sentido de la prisa que le damos los mortales.
Ahora, hoy, no nos queda otra que caminar por la triste noche, por el camino de la vacía esperanza. Viviendo sin escucharla ni, tan siquiera, poder oirla.
