No sabían cómo habían llegado allí. Al minuto habían parado el coche. Al minuto dejaron de hablar. Un instante y se besaban.
El piso está en obras. Se acurrucaron en cualquier esquina sobre unos sacos. Alguien dijo que hacía frío y al poco estaban vestidos.
Se miraron otra vez. No sabían cómo ocurrió todo. Bendita ilusión. Y ya parecía haber otra vez entre ellos aquella energía que les separaba cuando estaban en la calle.
Se rieron. Se miraron. Se hablaban nerviosos. Ninguno parecía querer salir hasta que ella dijo que tenía que volver antes de que llegase j... a casa.
Con la mano en la cerradura, con el tirador abierto, con el primer impulso, él se dió la vuelta y volvió a apretarla contra sí.
Hundió la cara en su cuello, pasó la nariz entre su pelo y rozó sus labios contra sus párpados, contuvo un beso porque lo creyó irrespetuoso con el recuerdo de j... quien de repente parecía dominar la reunión sin siquiera estar presente.
Valió. Ni una palabra. Ni una sonrisa. Siguieron sus ojos puestos en los de ella que se agacharon para esquivar.
Fuera no era otro día, era otro mundo. En el mismo portal ya había una muralla entre ellos. Un saludo y un desquite de caricia.
Esto, alguen dijo, esto... no. Esto no.
Luchar. Pelear. Nunca llegar. Seguir para no volver.
Volverse y que no haya atrás. Otear y que no haya horizonte. Puentes rotos, puertas cerradas. Naves ardiendo.
Marooned! Iba pensando él por la calle.
Marooned!