Perdido en el mundo echa el hombre a andar en la vida. Y ahí va echando pecho camino adelante recto y a lo oscuro de donde vino. No hay más destino que ese y aquí tampoco es que haya nada que ver y, si lo hay, es una foto que cae de una cámara instantánea mientras la cámara se aleja, un paraje que pasa volando tras la ventanilla del tren.
Cada momento es anécdota y sólo se nos pega el que nos ha hecho daño, un rayón en la carrocería de este tren que cruza un segundo sobre un monte, baja a un valle, visita el mar y al otro instante va por aquel túnel del que ya nunca volverá.
Cada estación es la última por ser única y no volver a repertirse y si te pasas una no hay vuelta atrás. Y te quedas ahí como el que se creía inmortal hasta que topó con una curva muy cerrada, con cara de bobo y sin saber explicarte cómo ni qué pasa.
La mirada fija en aquel pasado, quizá entornando la cabeza para ver... Otra carcel, otra vida que soñó donde quizá acabase esta. Otro cuerpo que se entierra. Otro cuerpo encarcelado, rodeado, encerrado.
--
O quam cito transit gloria mundi.