Ahí, acullá, acodado en la puerta o en esa repisita de bar de ciudad de turistas que se pone en la puerta para que la gente pida las cañas desde la calle.
Ahí está el cocinero regordete, el camarero aburrido, la camarera mirando el móvil. Siempre las mujeres miran el móvil y quizá tenga yo eso de mujer.
Siempre está ahí apurando, que no apurando por llegar a la boquilla sino apurando de fumando rápido, en cinco minutajos el cigarro de tal hora.
En el paseo siempre hay uno o dos, turistas o residentes. Siempre hay alguien solo aunque quiere confundirse con el entorno, quizá está leyending noticias en el movil o componiendo un mensaje a algún pariente o colega. Quizá intenta hacerle la rosca a aquella "amiga", si es que a una mujer se le puede llamar así, con la que hay una vaga esperanza de llegar a pensar en poder creer que un día caiga en su imaginación concretar la idea de poder mirarle con algún tipo de "no asco".
Y llueve en el mundo sobre el pobre que nunca camina solo porque siempre hay otro que le reconoce como el tonto sabe quien es tonto a pesar de serlo.