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La promiscuidad de las palabras

Los que dicen esas patochadas de apagar las centrales, dejar de usar pesticidas o pintan del verde halo del "sostenible" cualquier tontería a cuenta de venderla a los nuevos snobs, parecen no pensar en las consecuencias de sus palabras.

Quizá, mas bien, quieran que sus palabras las paguen los demás a cuenta de que ellos mismos no vayan a caer a vivir en esa cueva a la que nos quieren devolver.

Esa palabra tan guapa de "sostenible" no debiera poder darse a nada que no esté a tiro de piedra o carrera de bueyes. Si hay que arrancar un sólo motor y no es para alimentar a toda una ciudad a buen y rentable fondo de proteinas e hidratos, es tontería. Es tontería pescar en alta mar y viajar a otro país. Es tontería hacer vino o plantar flores. Es tontería cualquier libro que no sea verdaderamente útil o verdadera obra de arte.

Es tontería porque el lujo no es sostenible y la belleza y la comodidad, el sabor, el gusto y utilidad de todas las cosas debieran reinterpretarse sobre el baremo del "sostenible".

Parece que esa buena intención , que lo es, se está convirtiendo en un negocio tal como ha pasado a ser la corrección política.