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La buena mala suerte

Decía el blues aquél que, si no fuera por mi mala suerte, no tendría suerte en absoluto.

Tengo la suerte de haber viajado, la desgracia de no saber viajar. La suerte de que me aproveche y la desgracia de no disfrutar del trance.

Tengo en mi memoria dos continentes, ocho o nueve países y, lo mejor, he hablado con gentes de, quizá, quince o veinte nacionalidades. Quizá mas. Tendría que recordar... Griegos, macedonios, iraquíes, marroquíes, británicos de toda calaña y condición como escoceses, australianos (hasta un aborigen). Brasileños... ingleses, francieses, rusos, letones, fineses, noruegos, polacos, irlandeses, yankees, peruanos, cubanos, colombianos, bélgas, italianos, portugueses, japoneses, indios, chinos, alemanes... ya ni recuerdo...

Y en todas partes he visto, como escribió aquel, caravanas de tristeza. Todo el mundo tiene sus lloros. Irrisorios unos y tan humanamente lamentables otros como los crímenes de lesa humanidad pueden ser (quipu.org). Y cada cual tiene su historia y cada cual tiene la alegría del bar, la noche, la abstracción y mi innata curiosidad al punto de traerles y llevarles por el camino de contar y decirse como, quizá, no puedan con los suyos.


Allá mi extrema timidez, arrepujada entre alcoholes, durmiera bien esos días, esas noches. Allá haya el destino negarme el sexo y dotarme con el, qué se yo, aquel don del querer saber... Allá he  topado con mujeres cultas casadas o con remilgos propios de la tradición y la desdicha... Allá he podido y puedo decir que he viajado como no otros y he sabido saber, como no otros, y he podido tener, como no otros, testimonio de la cuita de primera mano de cuanto se cuece y cocinó en tanto sitio, tanto venir y porvenir... quizá ya puedo decir que sea autoridad aunque autoridad no quiera.

Puedo decir que eso del nacionalismo no es mas que otra religión, otra ignorancia. Aunque eso pueda decirlo cualquiera que poco sepa de historia. Puedo decir que los derechos sociales son fundamentales en una sociedad que quiera el progreso y el bienestar y no esclavitud e ignorancia. Y, cojones, se... ¡se! Que el progreso y la riqueza nunca vinieron de tener ciudadanos sin salud o sin cultura.

Ahí, quien explota la ignorancia de su pueblo, no tiene más remedio que aceptar mano de obra cara de otras partes. Quien se haga rico teniendo tontos mal sanos no puede más que venderse a la invasión y robo con escalo de otra gente sin escrúpulos ni precio que pueden pagar el gasto que uno niega.

Allá, ahí, aquí, supe que era verdad lo que ya sospechaba. Supe saber, suerte tuve de ver, maldición de contemplar, que el mundo se mueve por el egoismo absurdo del bien actual y el desdén de la prosperidad. Ese mal querer al bien del prójimo, esa desdicha tan humana de la encividia... Esa mala baba que hace a cada español preferir perder un brazo a que, a su vecino, le toque la lotería.

Esta mala fe, este creer y querer ser de un equipo, de una tribu, de una nación. Este vivir por que malvivan los demás. Este odiar la ciencia porque, aunque no nos cuente verdades, al menos, descarta las mentiras. Este regalar mis derechos por mor de los de la banda...

Este no se qué de ignorancia que impregna al mundo donde los "patriotas" se envuelven en banderas antiguas o, peor aún, modernas pero retrotraidas a ideas que nunca fueron política, ni pensamiento, ni ciencia. No nos engañemos, señores, el racismo no es política, el nacionalismo no lo es en España desde el 34 o el 36. Y al resto del mundo le llevó de tres a diez años el darse cuenta de la trampa, del tema. Y hasta seis millones de judíos, más de noventa millones de rusos, millones de chinos... Tuvieron que morir de inanición, envenenamiento por plomo a alta velocidad y demás artificiosos males del cuerpo incompatibles con la vida, para que el mundo entero salvo Cataluña, el País Vasco, Podemos y todos los neoliberales, fascistas, neofascista, islamistas, nacionalistas... Sociópatas en fin, se den cuenta de que todos somos uno y que no haya hombre que sea una isla y que la campana tañe por todimos y por ninguno como el que mas.

Quizá... Quizás... Esperanza tenía, años há, de que la acrescencia de la cultura del mundo viera despedazarse la creencia general en el ser inmortal y en la causa injusta de perder el derecho individual, que tanta sangre regó en la revolución de las ideas y el Yo, en pro, ahora, del pope de turno...

Quizá me desespere, ahora, en que vaya a pique el barco del mundo y al infierno todo por el camino más corto y más fácil, ese del acomodamiento y la facilidad del eso, tan de moda, de que piensen otros por mi.

Quizá sea un iluso idealista al que premien por fusilar.

Quizá sea eso.

Como decían antes: vale. Vale tú. Vale, que yo quizá no valgo.