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Quien crea

Quien cree en la inmortalidad del alma. Quien cree en el alma misma. Quien quiere saberse dichoso en ese mas allá y quien tiene la inquieta mente, la sabia mente del inmortal e ilustre... Donado en todo sentido... Don Francisco de Quevedo. Alguien que quiera como ya no se quiere, puede escribir aquello de:
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra, que me llevare el blsnco día.
Y podrá desatar esta alma mía,
Hora, a su afán, ansioso lisonjera.
Mas no desotra parte, en la ribera
Dejará la memoria donde ardía.
Nadar sabe mi alma el agua fría
Y perder el respeto a ley severa:
Alma, a quien todo un dios prisión ha sido,
Venas que humor a tanto fuego han dado,
Médulas que tan gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejarán, no su cuidado.
Serán ceniza mas tendrán sentido
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Y aquella ley tan rígida es morir y el todo lo demás es la inclinación natural sobre... Sobre aquello que amamos. Y daremos sentido al vivir, que nada tiene, por seguir la ruta que nuestro cuerpo dio. Porque no sabe uno si dudar si Quevedo siquiera hablase del rumor que la sangre hace a la piel de sólo pensar en una mujer o, carajo, tanto mas en el ideal de vivir y ser vivido o ser por sólo ser de intentar lo que uno quiera.
Y escribía cuando sólo había Dios y Dios era el alfa y el omega, el principio, el fin, y el todo y suma de todas las cosas. Donde y cuando respondían todos por todo contra la censura y la contención...
Y en cada vida hay una época y en cada épocay hay un Quijote, un contestante. Una figura que son muchas pero que ni cuaja ni tiene con quien. Y somos uno y aquel a quienes sabemos por la bola de nieve donde cuatro de cada millón encerraron su plegar al mundo y su querer que sea lo que queremos que fuera: mi barco, mi tesoro. Mi dios, la libertad...
Y en cada golpe y cada verso, queremos ver el todo que hoy no fue y el aquello que pudo haber sido, el desengaño y la dicha, la felicidad y desazón del aquesto que llaman vida al que sigue poniendo límites la supina estupidez humana.