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El paraiso del mediocre

 Tengo un vicio oculto a gritos. Hay un lugar que añoro viviendo a 57 metros y es el karaoke de la rolda. 

Ay de mi y ay infelice.

Hay quien hasta se atreve a cantar en inglés. De ese inglés de las montañas... Ay de mi. Cómo aguanto la risa.

Nunca canté en el karaoke este y siempre vengo sólo. Tengo visto hasta a las prostitutas del barrio entrar y hacer su putivuelta, despacito, meneanding las caderas. Medirá esto treinta metros de fondo y se pasan una hora en llegar al fondo con su cara plana de rusa echando ojos a cuanto ojos tenga aunque sea un retrato en la pared.

Vine hot a las tres de la mañana porque vengo de un concierto. Esto abre hasta las cinco. Nunca vine tan tarde y es fantabuloso. Increiiible. Qué de gallos aué de gente de bien. Cuánto llevo aplaudido al mor de mi gintonic.

Salí y vi refistrat a un fulano por la policía nacional. Qué dis.

Voy a ver si duermo riendome como vengo.

Tú te lo pierdes, to vi o asuí


Aquí vengo a escuchar gorgoritos de ducha y todos los gritillos que hace la gente cuando cree que canta bien. Escogen esa canción que adoran y, precisamente, ese tono al que no pueden llegar. Aquí, yo mediocre, que no canto, soy el rey.

Y paro de beber y de escribir en el móvil para maravillarme de cuanto me supera en mediocridad o mierdeza a tropecientos altavoces.