Me han contado una anécdota que es digna de mención en cualquier conversación, cuanto menos en este mi blog. Es de esas cosas que le pasan a uno y no se acaba de creer que alguien pueda llegar a tener esa espontaneidad. A mí me han ocurrido varias veces y aún pienso que lo decían en broma ya que no me creo que alguien pueda ser tan tonto como para no comprender esa tan sencilla frase como es “estos chicos”. Oculto los nombres porque, querido lector, conoces a alguno de ellos ya que tú me has contado esta anécdota.
Así que la anécdota tiene tres participantes. Podemos decir que había dos participantos y una participanta. Nótese que al escribir esto el Word me ha corregido las dos veces que lo he escrito mal y he tenido que volver atrás a escribirlo mal otra vez y marcarlo con cursiva para que nadie me tache de tonto del higo cuando lo publique en blogger.
Así que en una empresa llega el del servicio técnico y pregunta al jefe qué problema había con una máquina de no se qué. El jefe le dice algo como: “ah, sí, el problema lo tienen estos chicos, Z y T”…
Sin dejar terminar el enunciado y antes incluso de nombrar a Z, la propia Z salta, alzando la mano, con amplia sonrisa y corrigiendo la completamente impropia y ofensiva frase de su machista compañero: “¡y chicas!…”