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будущее. El futuro

En un lugar de Letonia, de cuyo nombre quiero acordarme. En estas alturas de la primavera paseaba de copiloto un hidalgo asturiano. Hará tres años o cuatro que, tanto pasa el tiempo, que todo es tan igual que tanto da que tanto monta.

Corriendo la carretera nacional, por llamarla algo, en una recta de las que, aquí, sólo puede dar la ancha castilla, iba acercandose un cartel. El cartel eran letras en zinc o aluminio de a dos metros por cada y que ponían, en conjunto: "futuro".

Los caracteres eran cirílicos. La primera lectura era qué se yo qué y hubo que preguntar qué cojones decía aquello. Futuro, en ruso. Lo de que fuese en ruso casi que se sobreentendía. Futuro.

A diestra y siniestra, allá al horizonte y camino atrás, no había más que horizonte. No había plantas aparte de macilenta, amarillenta yerba  quemada por el más crudo de los crudos inviernos...

Explicaron que aquello era el territorio de la "cohort" que, quizá, se pueda traducir como comuna que se llamaba Fururo. Aquello era el futuro. Minutos después, a la izquierda empezaba un bosque de pinos. Pinos había hasta cansar la vista. Pinos, todos pinos de padre y madre. Todos iguales, ni más ni menos viejos. Pinos y pinos de los que llaman europeos. Pinos hasta donde alcanzaba la vista del que, horizontes vió en el desierto de Castilla y con la miopía propia de quien nació entre montañas. Pinos.

A la derecha despuntaba un edificio común, normal, como de pisos que se pueda ver en Oviedo, en León, en Salamanca, en Lejona o Santander. Un edificio en mitad de la nada de tres pisos con un depósito de gas, o algo, con los mismitos garajes que se veían en medio de "la pequeña ciudad", el barrio que el hidalgo habitaba en Riga. Garajes que saldrían bien en las fotos, vacíos hasta que el régimen concediese un coche a un vecino tras una vida de trabajo cuando ya no lo necesitase, no pudiese conducir o no lo concediesen en absoluto.

Alguna construcción más moderna pero nada hacia allá donde quiera que fuese allá, nada hacia atrás, donde quiera que uno sepa poner, suponer, que está atrás o el pasado. Quizá quedase más atrás del cartel que rezaba que allí empezaba el futuro.

La gente que vivía allí, si es que vivía gente, estaba condenada a vivir allí ahora por el sólo aislamiento geográfico. La gente que vivía allí cuando se edificó la granja, estaba condenada a vivir allí, heredar el allí bajo pena de deserción, pena de muerte, del puesto de trabajo y permanecer allí porque, señores míos, aquello era el futuro.

будущее